Marriage Story me dijo todo esto

Camila Florencia López
6 min readMar 31, 2020

Me estaba separando. Separando: past continuous, una acción que no está quieta en el pasado, se movía de acá para allá, pendulaba en el tiempo (pasado continuo porque no me acuerdo gramática en castellano). Creo que las separaciones nunca se dan en pasados simples. No tienen latitudes determinadas ni agujas de reloj. No pueden ser fotos, no encuadran en un día, son más grandes. Podría decir que me separé desde fines de diciembre hasta fines de enero, en un triángulo isósceles dibujado en el mapa político de Buenos Aires, con las esquinitas entre San Vicente, La Plata y Capital.

Domingo a las tres de la tarde: que la gata se oville en la punta del sillón, que la suavidad sea parte del panorama completo, de toda la foto. Que la gata me mire y que el mensaje sea ambiguo, que pueda ser un pedido de amor y de caricias o que el pedido sea una película. Ignorar por un segundo el pedido para ir buscar la manta color crudo que me tejieron cuando nací, que es suave (como la titi, la gata) a pesar de los años. Taparnos, cubrirnos de protección. Cerrar persianas, correr cortinas, hacer todo apenas más oscuro. Abrir la ventana para que entre el incomprensible viento fresco en una tarde de verano. Empezar la última película romántica que pusieron en Netflix: A Marriage Story.

Elegir la película por los actores, porque nunca jamás voy a poder creer la belleza de Scarlett y porque la nominaron para los oscares, oscars (¿cómo se dice?) Me acomodo para entregarme al placer que es empezar una película. Aparece alguien leyendo una carta que es algo así como “lo que me gusta de fulanito” y fulanito se parece a vos. No físicamente, se parecen en lo imperturbables, meticulosos, organizados, saber coser medias. Yo me estaba separando y una película arranca describiéndote, un domingo. Parece como un plan para que toda esa protección construida entre la manta y las cortinas y las persianas se derrumbe, todas las puertas se abran y que entren por esa puerta innumerables preguntas, conceptos, análisis que se quedan en mi cabeza y en mi retina bastante más que en dos horas y algo. Como con vos, una especie de protección construida que me falla porque se derrumba fácil. También con vos, acomodarme para entregarme al placer y al disfrute, convencida de que las películas y los encuentros terminan después de unas horas (spoiler: no).

Si tuviese que sintetizarla diría que a mí la historia de Charlie y Nicole me hizo pensar en el amor, pero quizás sea imposible de sintetizar porque el amor tampoco es sintetizable. Es mucho más complejo y la película también. Hay muchas cosas que técnicamente deben estar muy bien, la fotografía, la dirección, algo que la hace como teatral, las actuaciones, la ambigüedad constante en el relato. Me gusta mucho eso, que sea honesta y ambigua.

Tengo la costumbre de anotar las cosas que me impresionan de las películas, los libros y los discursos. Soy una especie de anotadora serial. Entonces busco mi anotador y escribo, en primer lugar, algunos adjetivos de la carta. Empieza a pasar el tiempo y noto que no hay canciones para cantar, el OST es instrumental. Queda lindo. Noto también que la película se titula sobre un matrimonio y empieza con el “tener que divorciarse” y una declaración de amor, qué dilema. Pienso un poco en esto mientras me levanto a prepararme un té, recorro mi casa en tanga, vuelvo al sillón, me sueno los dedos de los pies, anoto la pregunta de si el amor y el divorcio pueden ser indivisibles. Mucho tiempo después entiendo que no. Necesito un adjetivo, algo así como esas palabras en alemán o en un dialecto antiguo que resumen cosas re cualquiera, una palabra que signifique “el amor que nunca se va aunque una relación se termine”. Doy un primer sorbo que me quema y apoyo, como siempre, la cara en la mano para seguir en la película.

Al rato estoy inmovilizada, me siento un poco aturdida por una escena en la que ella le corta el pelo y hay un montón de cosas dichas en un largo silencio, y ellos saben eso que no dicen. Yo también supe cada cosa que decías sin hablar. Me incómoda porque me revuelca en la confianza que tuvimos o tenemos, en haber sentido muchas veces eso de funcionar en par. La película es un poco un espejo de lo que me pasa y me rompe un poco las pelotas, sigo en el juego que es verla porque soy tan pendeja como testaruda, porque quizás tenga algo que aprender y porque una vez alguien dijo que las zonas incómodas siempre te hacen crecer. Entregándome al espejo me vienen muchos recuerdos del cotidiano que tuvimos y del que podríamos tener si persistiéramos. Eso pienso. Tengo fotografías mentales, recuerdos muy lindos y otros que son tan hostiles como cada una de nuestras separaciones. Cotidianos absurdos me recuerdan días maravillosos, como la rutina de cuidado facial me traslada al día que la hice en tu casa y los dos sentimos, no dijimos, sentimos eso como un avance, una especie de escalón subido, prueba superada, niveles de confianza que nunca -hasta ese momento- habíamos imaginado. Mi rutina facial. Nicole le corta el pelo. Que toda esa confianza que se ve en la película irrumpa en los escenarios de discusiones y papeles y los dos sigan convencidos de que se tienen que separar, a pesar de todo eso que ven el uno en el otro (que parte claramente del amor, sea lo que sea que el amor es) y de la comprensión que se refleja en ese momento, me llena de preguntas que no tienen respuesta. Inmóvil. Todo el amor no alcanza, lo saben y no lo dicen (esto también nos pasó). Otra cosa que es ambigua: en un momento el director te siembra dudas en relación a esas cosas que parecían certezas y crees que el error es que no persistieron, se cansaron, se rindieron antes. Cuando pasan fotos de recuerdos lindos te parece que amar es persistir. No sé, no creo.

Cuando termina la película el té está congelado, yo estoy totalmente desnuda, desprotegida a pesar de estar de este lado de la manta, lloro con la titi entre las piernas y no distingo qué es lo que me hace sentir así. No sé en qué momento me puse a llorar, me disocié un poco, me doy cuenta de que estoy llorando porque no veo bien. Me seco, lloré mucho más de lo que pensaba. ¿Me metí tanto en la película y lloro por lo mismo que está llorando Charlie? ¿Me emociona el final por lo que significa, o porque es una película y tengo que salir? ¿Tan triste es lo que canta en el bar? Durante casi dos meses me van a invadir más preguntas, pero en el momento solo encuentro una conclusión muy clara: la concepción del amor como un proceso que no tiene vencedores ni vencidos, o un proceso que tiene dos partes, ambas vencedoras y vencidas.

Habrá más preguntas y más respuestas. Voy a tachar respuestas, voy a hacer una llave que diga “incompleto”, voy a reformular preguntas. Ahora estoy en otro lugar de protección, obligada al cuidado por situaciones extraordinarias, pero también desnuda y tomando un té; tratando de escribir para explicar que la película me gusta porque fue un espejo que me estuvo mirando como a punto de decirme algo en silencio y no pudo hasta dos horas y media, unos días, unos meses o la segunda vez que la vi. Dijo: a veces las relaciones terminan de manera inevitable y con un montón de amor.

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